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El arroyo de los molinos

Había quedado citado con Francisco Arévalo Sánchez, a las nueve de la mañana en “El Rancho Grande”, un bar villaduqueño perteneciente a una excelente familia amiga. En punto, y tras el saludo pertinente, nos dirigimos en su automóvil hacia su propiedad, que linda con las vecinas Hinojosa del Duque y Villaralto.

Tras recorrer unos pocos kilómetros, llegamos a la casa del cortijo donde fuimos recibidos por cinco perros (dos de ellos unos pequeños cachorritos preciosos), un gato y varias aves de corral. La alegría expresada por todos los animales a nuestra llegada tenía una certera explicación; Francisco sacó de una bolsa la comida destinada para ellos, de la cual dieron buena cuenta en un santiamén. Hechas las presentaciones, con las debidas precauciones por mi parte, nos dirigimos hacia una inmensa y bellísima alameda en la que podía apreciarse algunos escasos ejemplares de una especie de álamo llamada “Real”. Los cantos de ruiseñores, jilgueros, tórtolas y otras especies de pájaros nos acompañaron durante todo el recorrido. Ni qué decir tiene que las sensaciones en un paraje tan bucólico eran gratísimas. Apetecía, de vez en cuando, detenerse y quedar en silencio para escuchar los sonidos del campo. ¡Una ración de entusiasmo para el espíritu!

Por fin, llegamos al objetivo principal de este paseo matutino, entre hierbas casi secas por la falta de lluvias en los últimos días. ¡Ya no llueve como antaño!, suelo escuchar a los mas mayores de nuestros vecinos.

Cerca de un exiguo arroyo, como es natural, se apreciaba entre la espesa vegetación la construcción del canal de piedras que conducía el agua hasta el molino donde, hace ya mucho tiempo, cumpliría con su misión de moler el grano de aquellos cereales que se cosechaban por el entorno. Es una construcción sólida que aún se mantiene en pie, orgullosa de la función que, durante tanto tiempo, ejerció para transformar el fruto del trabajo del hombre en alimento para personas y animales.

Hermosa mañana en la que he tenido la oportunidad de conocer aspectos de la vida de nuestros antepasados, que quedan ocultos por el olvido y la industrialización de nuestras actividades agroganaderas, pero que deberíamos conservar para que las generaciones futuras conozcan su pasado. Gracias a Francisco por su amabilidad y por sus explicaciones sobre esa vida que no hace tantos años era cotidiana en nuestro pueblo y en nuestros campos.

Miguel Barbero Gómez
Cronista Oficial

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Join the discussion One Comment

  • Alfonso Cepe Almagroda dice:

    Maravilloso relato Miguel, me has hecho vivir una mañana estupenda paseando por los paisajes que tan bien has descrito. Un abrazo.

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