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Portal Villaduqueño entrevista a Francisco Onieva

El próximo martes 11 de agosto a las 21h en el Salón de Plenos del Ayuntamiento de Villanueva del Duque, tenemos una Cita Literaria para acercarnos a la figura personal y literaria de nuestro vecino Francisco Onieva, que recientemente ha recibido el premio «Cáceres Patrimonio de la Humanidad» de Poesía. Paco ha tenido a bien concedernos una pequeña entrevista para preparar la cita y animar a todos los villaduqueños a compartir esa noche del martes con nosotros.

– Paco: ¿Cómo fueron tus inicios como poeta?

En contra de lo que pueda parecer ahora mismo, mis inicios han sido muy difíciles. Empecé a escribir con conciencia de que quería ser leído en 1994, cuando nos conocimos un grupo de jóvenes estudiantes, la mayoría de Filología Hispánica, que nos reuníamos en los bares de Córdoba para tomar unas cervezas y hablar, entre otras cosas, de lecturas, de poemas… De ahí, al cuaderno publicado como adelanto de Los lugares públicos pasaron cuatro años, en los que se hicieron algunas antologías de poesía joven cordobesa en las que no estoy, con toda justicia, porque aún no había conseguido un mínimo de madurez -como queda reflejado en mi «plaquette» Juego de máscaras, de 1996-. En el año 99, coincidiendo con el fin de mis estudios, me aparté de los círculos literarios y empecé a trabajar en silencio (con la necesaria parada para preparar las oposiciones de Secundaria, que aprobé en el año 2000). Decidí que hasta que no tuviera algo decente publicable, no lo daría a la luz. Así, en 2004 di por terminado Los lugares públicos, aunque su publicación se retrasó cuatro años. Por ello, no es raro que cuando conseguí el accésit del Adonáis en 2006 casi nadie supiera que escribía y la sorpresa cogiese desprevenidos a los que me habían perdido la pista.

– Sabemos que la gestación de tu primera obra fue un proceso lento y tortuoso, ¿puedes hablarnos de ello?

Comencé a escribir Los lugares públicos en 1996. Casi todos los poemas que lo componen están escritos entre ese año y 2002. Sólo tres rebasan tal frontera cronológica: «191 álamos», escrito a raíz de los atentados del 11 M, y dos poemas que, en principio, iban destinados a Perímetro de la tarde: «Mirar adentro» y «Tu cuerpo», ambos de 2005. Los tres poemas pude incorporarlos debido a los sucesivos retrasos en la publicación del libro. Desde el citado adelanto de Los lugares públicos hasta su publicación como libro en 2008 han pasado diez años. Diez años de dudas, de sombras, de falta de fuerzas… En 2004 lo presenté en el Registro de Diputación y me desentendí de él. Desde ese momento di el libro por cerrado -los retoques posteriores son mínimos-, así que se puede decir que lo que el lector tiene en sus manos es mi apuesta estética en 2004. Es un libro primero, en el que confío -y por eso siempre he querido publicarlo-, con sus errores, pero también con algunos aciertos. Es un tubo de ensayo en el que he ido buscando una apuesta estética propia.

– Publicaste tres «plaquettes» entre los años 1996-1998, ¿te reconoces en ellas?

Los tres cuadernos adolescentes son simples ensayos poéticos, tanteos… No tienen mayor valor. De ellos sólo salvo seis poemas que he decidido mantener en Los lugares públicos. Todo lo que considero publicable de mis primeros años como escritor está en este libro.

– Has afirmado que Los lugares públicos «pesaba sobre mí como una losa y no me permitían avanzar como escritor», ¿cómo puede ser eso?

Estaba enfrascado en un tono, en una retórica en la que me costaba reconocerme. Los poemas no los acababa de ver terminados. La idea obsesiva de la corrección me impedía afrontar nuevos caminos expresivos. Así que, haciendo caso a un buen amigo, Juan Antonio Bernier, decidí dejar el libro en un cajón y empezar a escribir nuevos poemas. Fueron dos años en los que apenas escribí una decena de poemas, hasta que en septiembre de 2003 empecé los primeros versos de Perímetro de la tarde. Una vez empezado el nuevo proyecto, antes de entregar Los lugares públicos en Diputación, lo corregí buceando en los nuevos hallazgos que tenía ante mí: el paisaje de Los Pedroches, que está muy presente en toda mi obra, y una serie de lecturas hasta entonces desconocidas.

– Dices que el paisaje de Los Pedroches está presente en toda tu obra, ¿y Villanueva del Duque?

Por supuesto. Son muchos los poemas inspirados en distintos lugares de nuestra geografía: el Viñón, el arroyo de las Cruces, el arroyo Lanchar, la ermita de la Virgen de Guía, San Gregorio, las minas de El Soldado y Las Morras, la estación de El Soldado, el río Cuzna… Pero lo que a mí me interesa no es describir un paisaje sin más, sino que intento trascender lo local y anecdótico, buscar una explicación al mundo a partir de la contemplación de los pequeños detalles cotidianos.

– Acabas de recibir un premio como el Cáceres y la pregunta es obligada: ¿crees que un premio hace bueno a un libro o a un escritor?

Ni mucho menos. Muchos de los más grandes escritores murieron sin obtener el más mínimo reconocimiento público. Igualmente, algunos escritores muy laureados no resisten una lectura seria. Hay que relativizar los premios. No hacen mejor o peor a un libro. Uno siempre tiene que escribir al margen de los premios. Se escribe en soledad. Sí es cierto que son de los pocos cauces que tienen la mayoría de escritores para acceder a una editorial comercial. Además, la vida de un libro es corta y, si es de poesía, aún más; por eso, parece que un premio puede ayudar a que sobre el libro se posen más miradas y que su vida sea menos efímera. Esos son los dos valores que le doy a un premio. Uno tiene que ir buscando su voz propia, ir trazando una trayectoria en la que el lector lo reconozca fácilmente. Eso es la auténtica creación. Lo demás forma parte de la parafernalia de la vida social, que también es legítima y necesaria, pues cuando uno publica un libro tiene que defenderlo públicamente; pero no confundamos, un buen libro no tiene por qué ser premiado y no todo lo premiado es bueno.

Julio López para villanuevadelduque.com

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  • Miguel Barbero Gómez dice:

    Estaremos presentes en ese homenaje a un joven poeta y a un hombre de sensibilidad especial. Su obra enriquece nuestro patrimonio cultural y merece nuestro apoyo y ánimo.

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