Ya nunca volveré a escuchar tu voz, pero su eco late limpio en mi recuerdo y en mi dolor ahora crece y se amplifica. Es muy duro aceptar la realidad, saber que ya no volverán los días en que, al llegar a tu casa, tan pequeña y, al mismo tiempo, grande, yo sentía una felicidad enorme, inmensa, la de aspirar la luz de un mundo antiguo basado en el cariño y la ternura. Pues tú vivías para los demás, siempre tenías que ofrecer alguna dádiva a los vecinos del barrio. No lo olvido. Lo dabas todo con la naturalidad del aire que reparte el resplandor de la tarde en la hierba a los chiquillos. Porque yo era un chiquillo en aquel tiempo, cuando apenas tenía nueve años, y allí en tu casa buscaba las migajas de una alegría distinta, verdadera. En tu casa siempre estaba abierto el sol y en tu mirada nunca anochecía.
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¡Sencillamente, precioso! Evidentemente existía cariño y afecto hacia una mujer buena. Es el mejor homenaje que podías hacer en su memoria. Descanse en paz.
Gracias Alejandro por el articulo,es precioso y se nota el cariño que sientes por Bibiana.Un abrazo.
Alejandro te damos las gracias por el escrito en memoria de nuestra abuela. Era una mujer buena y humilde a la que nunca olvidaremos.