ALEJANDRO López Andrada lleva mucho tiempo construyendo una geografía sentimental que viene convirtiendo Los Pedroches en todo un territorio literario. Así, en las últimas dos décadas, a fuerza de artículos en prensa y de novelas, pero sobre todo de ensayo y de libros de poesía, con un aire interior que es una melodía del recuerdo, del desarraigo y la pérdida, el autor de Villanueva del Duque ha ido perfilando una cosmogonía en la que el universo era su tierra, transfigurada, eso sí, como verdad poética. Quizá su último empeño más notable, y también ambicioso y agotador, ha consistido en esa trilogía de investigaciones noveladas sobre la antigua vida no sólo en los pueblos de Los Pedroches, sino también en sus veredas más intransitadas, en los caminos recios de pastores que levantaban chozos bajo el aire duro y cenital de una intemperie con un cielo de bóveda de cuarzo. Con el tiempo se tendrá que volver a esta trilogía, que además del valor documental -recorrió los senderos más ignotos, se encontró con los protagonistas de historias anteriores que no ha necesitado fabular, y con grabadora en mano ha ido recopilando testimonios para hilar el repecho de esas vidas-, tiene la intensidad del poema en prosa.
Podríamos llamarla Trilogía de la Desolación, porque la perplejidad de la mirada no sólo ante el derrumbe de una identidad, sino también ante la desaparición de la sabiduría ancestral del campo, es también el desconcierto, contra lo que parece, de cualquier hombre moderno ante la instantaneidad del cambio. Son, entonces, El viento derruido, Los años de la niebla y El óxido del cielo no únicamente libros que pueden ser leídos por su autenticidad antropológica, sino también como conjunto de un vigor literario donde puede encontrarse, aunque quizá el autor no esté totalmente conforme, su mayor tensión poética, constituyendo un cuerpo germinal del que nacerán más ramas.
Una de esas ramas puede ser la novela que presenta esta tarde, a las 19:30, en el Salón de Mosaicos del Alcázar, Un dibujo en el viento, cuidadosamente editada por El Páramo. Le acompañará José Manuel Caballero Bonald, que también ha cincelado todo un territorio de expresión a partir de una geografía mítica, Argónida, que ha ido desbrozando a través de libros de poemas y también de novelas -sobre todo, Ágata ojo de gato-, y también en libros biográficos reunidos ahora en La novela de la memoria. Parece que después de tanto tiempo López Andrada muestra una acertada conciencia de su obra, y por eso elige como presentador de esta nueva novela a uno de los pocos escritores españoles que podrían identificar su propia trayectoria con ese intento hermoso de recuperar no sólo la belleza primera del paisaje, sino también su esencia libérrima y salvaje, muy de lince erguido en lontananza.
Joaquín Pérez Azaústre en El Día de Córdoba
Alejandro eres ejemplo del trabajo bien hecho y de la categoría humana que existe en el Valle, sin tí Villanueva del Duque no sería lo mismo. Un lugar de ensueño. Sigue trabajando por tí, por Villanueva y por tus creencias, estoy contigo.
Gracias, amigo Blas, por tus palabras generosas y profundas, sencillas y sinceras. Tú me conoces bien y sabes lo que significa para mí nuestro querido pueblo, Villanueva del Duque. Todo lo que escribo se centra en el paisaje villaduqueño y en su gente. Por eso escribo, para expresar y transmitir a los demás mis sentimientos. Recibe un sincero abrazo de tu buen amigo y paisano, Alejandro.