Todo el entorno de las Minas de Las Morras ha estado siempre envuelto por un fulgor de leyenda y de misterio. Seguramente se deba a los restos de un castillo árabe y al entramado de galerías que vertebran todo el cerro “Morras del Cuzna”, en el que se encuentran ubicadas las minas. A unos siete kilómetros al sur de Villanueva del Duque encontramos este complejo minero. Gracias a las cerámicas encontradas por la zona, sabemos que en época romana ya fueron explotadas. Su movimiento se prolongó al periodo árabe, fecha en la que se construyó el “Castillo del Cuzna o de la Mora” del que hoy apenas se conservan algunos restos. Concretamente, esta construcción la llevaron a cabo los bereber, pertenecientes al Clan Kazan, en el Siglo VIII.
Al Clan Kazar perteneció el gobernante juez del territorio, Mondir Ibn Said Al-Balluti, jefe de la oración en la Mezquita de Medina Azahara en tiempos del Califa Al Haken II, quien se alojaba largas temporadas en el castillo. Este importante asentamiento musulmán fue conquistado por Fernando III “El Santo” en 1237. Éste lo donó a la orden de Calatrava, quien lo mantuvo hasta que en 1245 se integró en las afueras de la capital quedando adscrito a la parroquia de Bélmez.
En el cerro “Morras del Cuzna” encontramos también una cueva próxima al castillo que, según cuentan, está encantada. Una reina mora la habita bajo los efectos de un hechizo. Dicha cueva, probablemente, fue formada por los propios trabajos mineros en las galerías. De esta manera, según dice la leyenda, cada cien años, la reina mora sale de la cueva para bajar al río Cuzna a lavar sus valiosas joyas. Si alguien la ve y le roba su tesoro sin mediar palabra, queda desencantada. Por el contrario, si el afortunado le habla se convierte en una bestia inhumana que lo persigue y ataca hasta matarlo.
Las Minas de las Morras tuvieron actividad minera hasta los años 60 que fue cuando la Sociedad Minera y Metalúrgica de Peñarroya decidió cerrarlas definitivamente.
Lucia Suárez para villanuevadelduque.com