Por fin, el documento que todos estabais esperando, el señor Taga en persona. En concreto antier, que se empeñó en ir a la oficina a pesar de que se le advirtió que era domingo. Al final estuvimos tomando cafelito y tarta y después quería ir a una librería -las tiendas también están abiertas los domingos- y se empeño en que era a la derecha mientras Keiko le insistía que era a la izquierda. Se impuso su criterio y acabamos en un kombini, lugar que vende refrescos, pilas y revistas, entre otras cosas. Hubo que comprarle una revista porque libros, evidentemente, no había. En realidad lo que el señor Taga hacía era tirar para querencia, es decir, en dirección a un restaurante de ostras -sí, ostras- que había al lado del kombini. Y allí que entramos, a pedir ostras de una en una, que si una del mar alrededor de Hokkaido (la isla donde está Sapporo y que tanta gloria nos dio con Paquito Fernández Ochoa), que si otra de los alrededores de Nagasaki (esta me sentó mal, no sé por qué). Después de comerse las ostras el señor Taga me confesó que no le habían gustado nada (juro que mi japonés da para que os pueda asegurar que eso fue lo que me dijo). Todo eso en Ginza, el barrio más caro de Tokio, porque el señor Taga no sale a cualquier sitio, para eso se queda en casa meándose en los pantalones.
Total, que esto es un sinvivir, de restaurante de lujo en restaurante de lujo, siguiendo los pasos de mi particular Lawrence de Arabia, cual Omar Shariff, hasta alcanzar Akkaba, porque al señor Taga, le place.
Próximamente: excursión con tita Michio a un restaurante chino.
P. D. El torneo de sumo de enero está en su apogeo, de momento los dos únicos yocozunas, dos mongolos (de nacionalidad) van 9 a 0 y 8 a 1, disputándose la victoria entre ellos en los próximos días. Sí, los mongolos son los que cortan el bacalao en el sumo desde hace años. También hay búlgaros, un estonio, el checo canijo y, atención Leticia, un brasileño de Sao Paulo (al que le están haciendo morder el polvo un día sí y otro también).
Fernando González Viñas